Si no se es capaz de amar, es imposible tener unos valores que defiendan las maravillas de este todavía hermoso mundo. Es imposible concebir un mundo mas allá del aquí y el ahora. Es inconcebible hablar de las bondades del medio ambiente.
El corazón es una flor que hay que regar todos los días, sino se marchita y muere irremediablemente.
Amar es un acto de madurez.
Amar significa respetar, comprender, escuchar y estar ahí siempre y eso no es nada fácil.
La soledad y el desamor son experiencias terriblemente desgarradoras en las que uno parece vivir como un zombie con el corazón arrancado. Y entonces, cuando se escucha la palabra “amor” suena a engaño, a edulcorada realidad… y el rechazo a este concepto es brutal.
Es cuando el egoísmo nos invade con sus argumentos:
"No seas tonto, ¿no ves que siempre te devuelven mal por bien?
¿No ves que triunfan los que sólo miran por sus intereses?
Nada ni nadie merece la pena."
En esos casos, hay que evitar que la desesperanza inunde con su tristeza toda la vida. Hay multitud de pequeñas alegrías que nos rodean y que pueden paliar ese dolor inconmensurable.
La vida en el amor y en el desamor es un caminar duro, un ascenso a una cima inmensa, donde uno muchas veces desfallece y pierde el sentido. No obstante, si volvemos a echar el paso tendremos la oportunidad de ver nuevas maravillas a las que nunca hubiéramos llegado si nos hubiésemos quedado atrás.
El corazón es una flor que hay que regar todos los días, sino se marchita y muere irremediablemente.
Amar es un acto de madurez.
Amar significa respetar, comprender, escuchar y estar ahí siempre y eso no es nada fácil.
La soledad y el desamor son experiencias terriblemente desgarradoras en las que uno parece vivir como un zombie con el corazón arrancado. Y entonces, cuando se escucha la palabra “amor” suena a engaño, a edulcorada realidad… y el rechazo a este concepto es brutal.
Es cuando el egoísmo nos invade con sus argumentos:
"No seas tonto, ¿no ves que siempre te devuelven mal por bien?
¿No ves que triunfan los que sólo miran por sus intereses?
Nada ni nadie merece la pena."
En esos casos, hay que evitar que la desesperanza inunde con su tristeza toda la vida. Hay multitud de pequeñas alegrías que nos rodean y que pueden paliar ese dolor inconmensurable.
La vida en el amor y en el desamor es un caminar duro, un ascenso a una cima inmensa, donde uno muchas veces desfallece y pierde el sentido. No obstante, si volvemos a echar el paso tendremos la oportunidad de ver nuevas maravillas a las que nunca hubiéramos llegado si nos hubiésemos quedado atrás.